El esplendor de un imperio editorial
En su etapa dorada durante las décadas de 1990 y 2000, Condé Nast dominaba el mercado editorial con títulos como Vogue, Vanity Fair y GQ, que definían estándares de moda, celebridades y estilo de vida. Editores como Anna Wintour, Tina Brown y Graydon Carter eran figuras poderosas, rodeadas de un aura casi mítica. La empresa, bajo la tutela de S. I. Newhouse Jr., invertía fuertemente en mantener una imagen de lujo, desde sesiones fotográficas millonarias hasta viajes en Concorde y hospedajes en hoteles de cinco estrellas.
El derroche como filosofía de vida
El gasto desenfrenado era moneda corriente. Un ejemplo emblemático fue la portada de Vanity Fair fotografiada por Annie Leibovitz en 2001, que costó 475,000 dólares (equivalentes a 850,000 actuales) con participación de estrellas como Nicole Kidman y Sophia Loren. “Fue como Vietnam, los gastos”, recordó Carter al justificar el costo ante Newhouse, quien aprobó la inversión con su característica indiferencia. La filosofía de Alexander Liberman, director editorial durante décadas, era clara: “¡Hazlo todo a lo grande!”.
El despertar de la realidad financiera
En 1998, la revista Fortune reveló que Condé Nast era prácticamente insolvente, con márgenes de ganancia del 5%, muy por debajo de rivales como Cosmopolitan. La crisis de 2008 aceleró su decadencia, y proyectos como Portfolio, una revista de negocios lanzada con un presupuesto de 150 millones de dólares, terminaron en el fracaso. Una sesión fotográfica con un elefante para ilustrar un artículo sobre derivados crediticios costó 30,000 dólares, pero la revista cerró poco después de la quiebra de Lehman Brothers.
La transición hacia la austeridad
Hoy, el imperio editorial es una sombra de su pasado. Revistas como Self y Teen Vogue han eliminado sus ediciones impresas, y los lujos como viajes en limusina o hospedajes en el Ritz han sido reemplazados por economías de escala. La reciente renuncia de Anna Wintour como editora de Vogue después de 37 años marca un punto de inflexión. “No sales lo suficiente en Page Six”, le advirtieron una vez a una editora, resumiendo la presión por mantener la visibilidad en un mundo que ya no valora lo mismo.
Legado en un mundo digital
A pesar de su declive, el legado de Condé Nast perdura. Plataformas como Reddit, adquirida en 2006 por 10 millones de dólares y vendida en 2024 por 2,100 millones, financian ahora sus operaciones. Mientras las redes sociales democratizan el glamour, la obsesión por el estatus y la imagen sigue intacta, aunque ahora se manifiesta en formatos verticales de Instagram en lugar de portadas horizontales. “El dinero no era algo en lo que se pensara”, recordó Polly Mellen, editora de Vogue, en una era donde cada centavo cuenta.